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Música y Literatura

La relación entre la literatura y la música ha sido un tema fascinante y recurrente a lo largo de la historia. Ambas artes tienen en común la capacidad de transmitir emociones, pensamientos y sentimientos a través de la expresión artística.

Desde las antiguas epopeyas cantadas hasta la poesía lírica contemporánea, la música ha sido una herramienta fundamental para complementar y realzar la experiencia literaria. A su vez, la literatura ha servido como inspiración para muchas obras musicales, desde óperas hasta canciones populares.

En este artículo exploraremos la intersección entre la literatura y la música, su influencia mutua y algunos ejemplos notables de obras que han fusionado estas dos formas de arte.

Hoy hablaremos de

las escalas musicales

Las escalas musicales

Visita nuestro artículo y aprende todo sobre las escalas musicales: qué son, los tipos que existen y cómo se representan.

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Fusión de la literatura y música en la historia

La literatura y la música son dos formas de expresión artística que han tenido relación a lo largo de la historia. En la antigüedad la tradición se transmitía de manera oral, principalmente por juglares y trovadores, ya que no había forma de perpetuarla por escrito.

Los relatos poseían estructuras repetitivas, eran de gran sencillez y a menudo iban acompañados de melodía para su fácil memorización. De allí proviene la palabra lírica, ya que el instrumento que más se empleaba en la Edad Media era la lira para acompañar el recitado de poemas.

Estos juglares fueron responsables del nacimiento de la literatura y a la vez de la música popular, y por eso podemos encontrar entre ellas ya desde sus inicios grandes lazos que las unen.

Las letras de las canciones populares presentan muchos recursos literarios, sobre todo de la poesía, ya que la rima se ajusta fácilmente a la música para crear ritmo.

Otros recursos estilísticos empleados serían el símil o comparación, la metáfora, la anáfora, los paralelismos, etc. Un ejemplo claro es el teatro, que por su condición de espectáculo ha añadido melodía a sus textos para dotar de más expresividad a la representación. Os mostramos un fragmento de “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca, donde podemos observar la musicalidad que posee la letra:

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¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños, son.

Asimismo, del latín musĭca, y originalmente del griego mousikḗ, la etimología de la palabra música hace alusión a la fuerza artística de las musas, que eran personajes de la mitología griega cuya misión era deleitar a los Dioses del Olimpo y que poseían, entre otras habilidades, el dominio de la melodía, el ritmo y la armonía para crear sonidos bellos. Éstas acabarían convirtiéndose en la gran inspiración de muchos artistas.

Para los griegos la música era inseparable de la danza, el teatro y la poesía y no se centraba en la razón sino en una manifestación del entendimiento. Así, cuando las palabras no podían transmitir todas las ideas y sentimientos, el papel de la música era esencial para expresar lo que no se puede nombrar, y lo es todavía a día de hoy.

La literatura como recurso musical

Muchas veces la música ha recurrido a la literatura para inspirarse, como por ejemplo en la ópera, género que se ha nutrido a lo largo de la historia de gran variedad de obras y personajes literarios: Otello, Falstaff y Macbeth de Giuseppe Verdi, basadas en obras de William Shakespeare; Carmen de Georges Bizet, basada en la novela del mismo nombre de Prósper Mérimée; Madame Butterfly de Giacomo Puccini, basada en el cuento de John Luther Long y en la novela de Madame Chrysantheme de Pierre Loti, etc.

Otros ejemplos más contemporáneos serían los compositores y cantautores tales como Bob Dylan, Nick Drake, Joan Baez, Leonard Cohen, Joni Mitchell, Joan Manel Serrat, Silvia Pérez Cruz, Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Chavela Vargas, Violeta Parra, etc., entre otros muchos, cuyo uso de la poesía es patente y prolífico, enriqueciendo de esa manera su música y dotándola de magia y de un gran halo de belleza. Te invitamos a que te sumerjas de lleno en sus obras ya que la sinergia resulta muy interesante.

La música como recurso literario

La literatura también ha tenido presente a la música en muchas de sus obras contemporáneas, lo cual refleja su importancia en la vida cotidiana de la sociedad actual.

Algunos ejemplos serían: Norweigan Wood de Haruki Murakami (título basado en la canción de Los Beatles, que es la favorita de uno de los personajes, y cuyo sentimiento nostálgico y de pérdida está vigente en casi toda la novela), El último encuentro de Sándor Márai (donde Konrad, uno de sus protagonistas, usa la música como refugio expresivo de su condición de soldado en tiempos de guerra), En el camino de Jack Kerouac, donde el autor se define como “poeta del jazz”, aprovechando las características del bebop para transportarlas a la literatura a través de la improvisación y la escritura automática; Éramos unos niños, de Patti Smith (novela autobiográfica donde explica su vida como poeta y músico junto al fotógrafo Robert Mapplethorpe en el Nueva York de los 70), la simbiosis entre musicalidad, sinestesia y poesía de los simbolistas franceses como Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Verlaine, etc. La lista, como puedes comprobar, es larga.

El músico y compositor Jeff Buckley dijo una vez: “El misterio de la música es que es un lenguaje para algo que no tiene lenguaje. Es una expresión para algo que no puede ser expresado. Pero es expresado. Su sola existencia es totalmente audaz”.

La música no deja de ser una herramienta para dar forma a los sentimientos a través de sonidos. La literatura se encarga de rellenar los sonidos con letras, con pensamientos, con los fascinantes entresijos de la caótica mente humana.

Y la poética es una búsqueda de esa verdad, de resaltar lo invisible dentro de lo visible, de jugar con un concepto universal a través de la experiencia individual (hablar del concepto del amor cuando en realidad se reduce a un simple rostro, el que anhela el poeta). Es una manera de trascender más allá de uno mismo y dar un salto hacia la investigación y el entendimiento de la intrincada condición humana.

Por último nos gustaría añadir un poema-canción de Bronisława Wajs, también conocida como Papusza, que fue la primera poeta gitana polaca que logró publicar su obra a mediados de los años 50, y la primera que dejó constancia por escrito de la cultura gitana, hasta ese momento preservada únicamente de forma oral de generación en generación debido a su mayoritario analfabetismo. La hemos escogido a ella porque, a pesar de ser una poeta contemporánea, encarna de alguna manera el espíritu del juglar que componía letras y melodías basadas en la tradición oral (en este caso, la tradición oral romaní), y que luego Papusza pudo transformar, gracias a su sensibilidad y perseverancia, en poemas y canciones escritas.

Szarika-marika es una canción típica que comparten el folclore gitano húngaro, eslovaco y polaco. El título significa literalmente “sombrero invisible”, y hace referencia al manto protector del bosque, que protege de cualquier mal:

Szarika-marika

Szarika-marika,

¡vuela, vuelve a mí!

Oh, tú eres mi melodía

¿dónde estás hoy, corazón?

Sé que cayó entre los árboles

más allá del bosque,

conversó con las estrellas,

después con los árboles

y en un momento

escapó del mundo en silencio,

pero, tras un fugaz instante,

volvió a su hogar.

Szarika-marika,

¿volarás a mí?

Tú que ni comes ni bebes,

ingrávida como el viento,

canción mía, ven aquí

junto al fuego.

Calienta tus piernas

¡deja que te amen!

Eh, szarika-marika

¡escucha, vuelve aquí!

Pero no quiere escuchar;

desde que se retiró al bosque

observa las estrellas

como a sus hermanas pequeñas.

Y bajo el claro de luna,

que la liberó

quiere amar al bosque entero.

¡A mi pobre gran bosque!

Se escondió tras un árbol

y la luz ahora le alumbra…

Szarika-marika,

¡vuela, vuelve conmigo!

Fuentes usadas para escribir el artículo:

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